El príncipe y la rosa encantada

El príncipe y la rosa encantada

Cuentan que aún puede oírse
En las noches de luna llena
Como el aullido de un tigre
La risa de aquél cínico poeta.

Cabalgó incansable
El fornido caballero
A través de las planicies
Y los montes de acero.
Cabalgo inagotable
Incluso por encima cerros
Y a través de los mares

Buscaba una princesa,
Una princesa como todas atrapada,
Una princesa única y de cegadora belleza,
Una princesa para siempre enamorada,
Buscaba una princesa cualquiera.

Así encontró en sus travesías a un poeta
Que conocía las historias,
Los caminos y los hechos
De todas las grandes princesas.

Este le habló, como no podía ser de otra manera
De una preciosa princesa encantada
Atrapada por un dragón en su madriguera,
Y que sólo quien matara al dragón
Y la liberara de su hechizo con un beso
Podría llegar a pretenderla.
Intrigado por su saber el caballero preguntó
Por qué no había ido él a rescatarla.

Soy poeta, oh fornido caballero,
El poeta observa
El poeta canta
El poeta es sueño
El poeta sabe,
El poeta espera.
El poeta no rescata
Y le aterra enamorarse.

El caballero, henchidos sus ojos de desprecio
Cabalgó raudo y certero
Dejando tras de si una cítara que reía en silencio,
Y a un poeta simple y austero.

Cínico rió el poeta en la lejanía.
Ardua como tantas otras fue la batalla,
Espadas y fuego, príncipes y dragones,
Recias las verdes escamas, fulgente la armadura,
Luchando incansables como arcanos gladiadores
Hasta que, como acostumbra, cayó muerta la criatura
Abatida entre fuego y espadas.

Tomó así pues el príncipe la rosa y la besó.

Y al rozar sus pétalos estos se hicieron viento,
Y el viento se hizo mujer,
Mujer delicada, caoba de crin y mirar en silencio
Mujer de hermoso tallo y delicado gesto,
Mujer como solo lo es la Rosa, mujer.

Cínico rió el poeta en la lejanía.

Mientras las manos del caballero se tornaban garras,
Los ardientes labios rezumaban fuego
Su mente se nublaba y le brotaban alas
Y se convertía en un dragón loco y prisionero.

Y la mujer, con una sumisa mirada serena
Se tornaba de nuevo rosa, de nuevo cautiva,
De nuevo esperando al príncipe que viniera
Dispuesto a entregarle, en una rosa la vida.

Nostálgico el poeta se puso a silbar
Pues es cierto que le aterra enamorase
De la sirena, la dríade, y la princesa encerrada,
Pues todo poeta sabe
Que no se deben besar jamás
Los pétalos de una rosa encantada.

Y es que el poeta sabe cómo nacen los dragones,
Y son ellos quienes escriben, mentiras al final del cuento.

(12/01/11)

 

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