La rosa de cristal encantada
Rompe una roca contra la ola
Con el sonido del restallar de las espadas,
En lo alto del acantilado se esgrime un secreto,
Más abajo se blanden látigos derramando sangre roja
Y luchan los hombres por la rosa encantada.
Graznaba una rana mientras yo la escuchaba.
Un ruiseñor pesca con alas de lino
Al tiempo que se burlan las barracudas,
Lleva el pajarillo un atún en la boca,
Nunca debe uno reír ante el anhelo de un niño,
Pues son tiempos de sueños y cuentos de brujas.
La luz de Atenea es el agua del arroyo,
La chispa en los ojos del amante que morirá
Abandonado y feliz, algo nostálgico y solo.
Atenea es la magia prendida
De los pétalos de la rosa de cristal.
Aullaba una grulla mientras yo la escuchaba.
Casose con el sol la luna,
Viril aglomeración de virtudes y dones,
Pero ella amaba a una hoja muerta en la última estación,
Y pensaba la grulla:
¿No es efímero el amor?
¿No son absurdas las flores?
Querer poseer a la rosa de cristal
Es como buscar encadenar un sueño,
No está en lo físico cuanto se pueda amar
Y lo etéreo de su magia nunca querrá dueño,
Pues sólo la rosa escoge al final
Responder a los labios con un pétalo suave y sereno
O con la propia sangre de quien la quiso subyugar.
Croaba una loba mientras yo la escuchaba.
El poeta es el que canta los susurros del viento,
Luz de Atenea prende del pecho desde el que mira,
Sus ojos son vanos, sus ojos son ciegos,
Pues poeta es aquel que observa, siente y se fascina,
Teme al amor como al rey teme su siervo
Mientras luce en su mundana faz una sonrisa entre cínica y lasciva,
La sonrisa de un vagabundo sabio y polvoriento.
La batalla se libró con la fiereza de una amante despechada,
Abríanse paso los caballeros sin recelo y sin cuartel
Puñal a puñal, clavándose como afiladas palabras,
No hay escudo que proteja de la traición infiel
No hay armadura contra la metafórica espada
Sólo sangre y agonía regando el satánico vergel,
Sangre con la que comprar el alma de la mujer amada.
En mitad del ardiente fulgor
Regados por la vida de mil oníricos cadáveres,
Un roble y un haya discuten sobre filosofía,
Un jilguero canta con distraídos ademanes,
Y se persiguen ciervos y lobos en el ballet de la vida.
El vencedor se dirigió a lo alto,
La vista fija en la rosa
Pensando ya en tenerla, soñando
Exhibíala tan bella como es, tan hermosa,
Llevándola siempre a su lado,
La más límpida medalla portentosa.
Por desgracia tenía otros planes la rosa maldecida
Y cuando el caballero pudo notar su aroma sosegado
El alma le fue arrancada sin haberla llegado a tocar.
El barquero suspiró mientras miraba al poeta con empatía
Pues ambos saben que a la rosa de cristal
Se la puede entender y amar, o se puede ser su esclavo.
A lo alto del acantilado el amistoso gorrión volvía
Y como en la boca llevaba el atún, nada me decía.
Sobre la rosa de cristal
Un estornino se quiso posar
Llenándosele de espinas las patas
Mientras en el alma llevaba toda la sal de la mar.
Y así, el último guerrero muerto a mis pies caía,
Mientras los animales me hablaban
Yo reía, escribía y cantaba.
Pues esta es la oda, humilde pleitesía
A la rosa de cristal encantada.
(25/02/11)
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