En un baile de máscaras

En un baile de máscaras

Una voz serena y segura hablaba
Desde detrás de una sonrisa acerosa
Contando a una joven muchacha
Una anécdota que juzgo curiosa.

Una flor creció en mi jardín,
Si la había plantado no lo recordaba
Quizás creció sencillamente allí
Una flor creció al pie de mi ventana.

Sin embargo la regué,
La observé mientras crecía,
La protegí y la cuidé
Y pensé que me pertenecía.

Y un día trepó,
Escaló con sus nudosos brazos de madera,
Con sus centenares de hojas abiertas al sol
Se elevó como buscando la luz de las estrellas.

Pero la flor trepaba en pos de mi ventana.

Y reptaban las ramas por mi alcoba
Y me inundaban con su olor, algo melifluo
Un olor que me seguía y casi me enamora.

Era la caricia silvestre de las hojas tiernas,
Al despertar la luz del sol y el rocío sobre sus pétalos
Y al acostarme el viento susurrando palabras zalameras.

Era un mundo de fragancias y tactos suaves, casi sentimentales.

Mas creció y creció
Hasta que sus toscas ramas entorpecieron mis pasos
Su pegajoso olor casi me ahogó
Y sus caricias aterciopeladas se me atragantaron.

Así, corté algunas de sus ramas
Y arranqué algunas de sus flores
Colocándolas mientras lloraban
Sobre repisas en espléndidos jarrones.

Era mía y la domé.

Por eso hay madera desnuda envolviendo mi ventana,
Por eso me abrazan aún en sueños sus ramas muertas,
Por eso llevo extinta una flor en la solapa
Y hay en mi jardín una planta triste, yerta y seca.

Y la dama se alejó sin comprender la historia
Y el caballero de la flor muerta deambulo por la mascarada
Tomado por una extravagancia pueril e irrisoria
En mitad del mar de sonrisas cinceladas.

(31/05/12)

 

Home De vuelta al libro

 

 


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *